miércoles, 14 de diciembre de 2011

Cuento. El principe felíz.Oscar Wilde



Oscar Wilde






En la parte más alta de la ciudad, sobre una columnita, se alzaba la estatua del Príncipe Feliz.






Estaba toda revestida de madreselva de oro fino. Tenía, a guisa de ojos, dos centelleantes zafiros y un gran rubí rojo ardía en el puño de su espada.






Por todo lo cual era muy admirada.






-Es tan hermoso como una veleta -observó uno de los miembros del Concejo que deseaba granjearse una reputación de conocedor en el arte-. Ahora, que no es tan útil -añadió, temiendo que le tomaran por un hombre poco práctico.






Y realmente no lo era.






-¿Por qué no eres como el Príncipe Feliz? -preguntaba una madre cariñosa a su hijito, que pedía la luna-. El Príncipe Feliz no hubiera pensado nunca en pedir nada a voz en grito.






-Me hace dichoso ver que hay en el mundo alguien que es completamente feliz -murmuraba un hombre fracasado, contemplando la estatua maravillosa.






-Verdaderamente parece un ángel -decían los niños hospicianos al salir de la catedral, vestidos con sus soberbias capas escarlatas y sus bonitas chaquetas blancas.






-¿En qué lo conocéis -replicaba el profesor de matemáticas- si no habéis visto uno nunca?






-¡Oh! Los hemos visto en sueños -respondieron los niños.






Y el profesor de matemáticas fruncía las cejas, adoptando un severo aspecto, porque no podía aprobar que unos niños se permitiesen soñar.






Una noche voló una golondrinita sin descanso hacia la ciudad.






Seis semanas antes habían partido sus amigas para Egipto; pero ella se quedó atrás.






Estaba enamorada del más hermoso de los juncos. Lo encontró al comienzo de la primavera, cuando volaba sobre el río persiguiendo a una gran mariposa amarilla, y su talle esbelto la atrajo de tal modo, que se detuvo para hablarle.






-¿Quieres que te ame? -dijo la Golondrina, que no se andaba nunca con rodeos.






Y el Junco le hizo un profundo saludo.






Entonces la Golondrina revoloteó a su alrededor rozando el agua con sus alas y trazando estelas de plata.






Era su manera de hacer la corte. Y así transcurrió todo el verano.






-Es un enamoramiento ridículo -gorjeaban las otras golondrinas-. Ese Junco es un pobretón y tiene realmente demasiada familia.






Y en efecto, el río estaba todo cubierto de juncos.






Cuando llegó el otoño, todas las golondrinas emprendieron el vuelo.






Una vez que se fueron sus amigas, sintióse muy sola y empezó a cansarse de su amante.






-No sabe hablar -decía ella-. Y además temo que sea inconstante porque coquetea sin cesar con la brisa.






Y realmente, cuantas veces soplaba la brisa, el Junco multiplicaba sus más graciosas reverencias.






-Veo que es muy casero -murmuraba la Golondrina-. A mí me gustan los viajes. Por lo tanto, al que me ame, le debe gustar viajar conmigo.






-¿Quieres seguirme? -preguntó por último la Golondrina al Junco.






Pero el Junco movió la cabeza. Estaba demasiado atado a su hogar.






-¡Te has burlado de mí! -le gritó la Golondrina-. Me marcho a las Pirámides. ¡Adiós!






Y la Golondrina se fue.






Voló durante todo el día y al caer la noche llegó a la ciudad.






-¿Dónde buscaré un abrigo? -se dijo-. Supongo que la ciudad habrá hecho preparativos para recibirme.






Entonces divisó la estatua sobre la columnita.






-Voy a cobijarme allí -gritó- El sitio es bonito. Hay mucho aire fresco.






Y se dejó caer precisamente entre los pies del Príncipe Feliz.






-Tengo una habitación dorada -se dijo quedamente, después de mirar en torno suyo.






Y se dispuso a dormir.






Pero al ir a colocar su cabeza bajo el ala, he aquí que le cayó encima una pesada gota de agua.






-¡Qué curioso! -exclamó-. No hay una sola nube en el cielo, las estrellas están claras y brillantes, ¡y sin embargo llueve! El clima del norte de Europa es verdaderamente extraño. Al Junco le gustaba la lluvia; pero en él era puro egoísmo.






Entonces cayó una nueva gota.






-¿Para qué sirve una estatua si no resguarda de la lluvia? -dijo la Golondrina-. Voy a buscar un buen copete de chimenea.






Y se dispuso a volar más lejos. Pero antes de que abriese las alas, cayó una tercera gota.






La Golondrina miró hacia arriba y vio... ¡Ah, lo que vio!






Los ojos del Príncipe Feliz estaban arrasados de lágrimas, que corrían sobre sus mejillas de oro.






Su faz era tan bella a la luz de la luna, que la Golondrinita sintióse llena de piedad.






-¿Quién sois? -dijo.






-Soy el Príncipe Feliz.






-Entonces, ¿por qué lloriqueáis de ese modo? -preguntó la Golondrina-. Me habéis empapado casi.






-Cuando estaba yo vivo y tenía un corazón de hombre -repitió la estatua-, no sabía lo que eran las lágrimas porque vivía en el Palacio de la Despreocupación, en el que no se permite la entrada al dolor. Durante el día jugaba con mis compañeros en el jardín y por la noche bailaba en el gran salón. Alrededor del jardín se alzaba una muralla altísima, pero nunca me preocupó lo que había detrás de ella, pues todo cuanto me rodeaba era hermosísimo. Mis cortesanos me llamaban el Príncipe Feliz y, realmente, era yo feliz, si es que el placer es la felicidad. Así viví y así morí y ahora que estoy muerto me han elevado tanto, que puedo ver todas las fealdades y todas las miserias de mi ciudad, y aunque mi corazón sea de plomo, no me queda más recurso que llorar.






«¡Cómo! ¿No es de oro de buena ley?», pensó la Golondrina para sus adentros, pues estaba demasiado bien educada para hacer ninguna observación en voz alta sobre las personas.






-Allí abajo -continuó la estatua con su voz baja y musical-, allí abajo, en una callejuela, hay una pobre vivienda. Una de sus ventanas está abierta y por ella puedo ver a una mujer sentada ante una mesa. Su rostro está enflaquecido y ajado. Tiene las manos hinchadas y enrojecidas, llenas de pinchazos de la aguja, porque es costurera. Borda pasionarias sobre un vestido de raso que debe lucir, en el próximo baile de corte, la más bella de las damas de honor de la Reina. Sobre un lecho, en el rincón del cuarto, yace su hijito enfermo. Tiene fiebre y pide naranjas. Su madre no puede darle más que agua del río. Por eso llora. Golondrina, Golondrinita, ¿no quieres llevarle el rubí del puño de mi espada? Mis pies están sujetos al pedestal, y no me puedo mover.






-Me esperan en Egipto -respondió la Golondrina-. Mis amigas revolotean de aquí para allá sobre el Nilo y charlan con los grandes lotos. Pronto irán a dormir al sepulcro del Gran Rey. El mismo Rey está allí en su caja de madera, envuelto en una tela amarilla y embalsamado con sustancias aromáticas. Tiene una cadena de jade verde pálido alrededor del cuello y sus manos son como unas hojas secas.






-Golondrina, Golondrina, Golondrinita - dijo el Príncipe-, ¿no te quedarás conmigo una noche y serás mi mensajera? ¡Tiene tanta sed el niño y tanta tristeza la madre!






-No creo que me agraden los niños -contestó la Golondrina-. El invierno último, cuando vivía yo a orillas del río, dos muchachos mal educados, los hijos del molinero, no paraban un momento en tirarme piedras. Claro es que no me alcanzaban. Nosotras las golondrinas volamos demasiado bien para eso y además yo pertenezco a una familia célebre por su agilidad; mas, a pesar de todo, era una falta de respeto.






Pero la mirada del Príncipe Feliz era tan triste que la Golondrinita se quedó apenada.






-Mucho frío hace aquí -le dijo-; pero me quedaré una noche con vos y seré vuestra mensajera.






-Gracias, Golondrinita -respondió el Príncipe.






Entonces la Golondrinita arrancó el gran rubí de la espada del Príncipe y, llevándolo en el pico, voló sobre los tejados de la ciudad.






Pasó sobre la torre de la catedral, donde había unos ángeles esculpidos en mármol blanco.






Pasó sobre el palacio real y oyó la música de baile.






Una bella muchacha apareció en el balcón con su novio.






-¡Qué hermosas son las estrellas -la dijo- y qué poderosa es la fuerza del amor!






-Querría que mi vestido estuviese acabado para el baile oficial -respondió ella-. He mandado bordar en él unas pasionarias ¡pero son tan perezosas las costureras!






Pasó sobre el río y vio los fanales colgados en los mástiles de los barcos. Pasó sobre el gueto y vio a los judíos viejos negociando entre ellos y pesando monedas en balanzas de cobre.






Al fin llegó a la pobre vivienda y echó un vistazo dentro. El niño se agitaba febrilmente en su camita y su madre habíase quedado dormida de cansancio.






La Golondrina saltó a la habitación y puso el gran rubí en la mesa, sobre el dedal de la costurera. Luego revoloteó suavemente alrededor del lecho, abanicando con sus alas la cara del niño.






-¡Qué fresco más dulce siento! -murmuró el niño-. Debo estar mejor.






Y cayó en un delicioso sueño.






Entonces la Golondrina se dirigió a todo vuelo hacia el Príncipe Feliz y le contó lo que había hecho.






-Es curioso -observa ella-, pero ahora casi siento calor, y sin embargo, hace mucho frío.






Y la Golondrinita empezó a reflexionar y entonces se durmió. Cuantas veces reflexionaba se dormía.






Al despuntar el alba voló hacia el río y tomó un baño.






-¡Notable fenómeno! -exclamó el profesor de ornitología que pasaba por el puente-. ¡Una golondrina en invierno!






Y escribió sobre aquel tema una larga carta a un periódico local.






Todo el mundo la citó. ¡Estaba plagada de palabras que no se podían comprender!...






-Esta noche parto para Egipto -se decía la Golondrina.






Y sólo de pensarlo se ponía muy alegre.






Visitó todos los monumentos públicos y descansó un gran rato sobre la punta del campanario de la iglesia.






Por todas parte adonde iba piaban los gorriones, diciéndose unos a otros:






-¡Qué extranjera más distinguida!






Y esto la llenaba de gozo. Al salir la luna volvió a todo vuelo hacia el Príncipe Feliz.






-¿Tenéis algún encargo para Egipto? -le gritó-. Voy a emprender la marcha.






-Golondrina, Golondrina, Golondrinita -dijo el Príncipe-, ¿no te quedarás otra noche conmigo?






-Me esperan en Egipto -respondió la Golondrina-. Mañana mis amigas volarán hacia la segunda catarata. Allí el hipopótamo se acuesta entre los juncos y el dios Memnón se alza sobre un gran trono de granito. Acecha a las estrellas durante la noche y cuando brilla Venus, lanza un grito de alegría y luego calla. A mediodía, los rojizos leones bajan a beber a la orilla del río. Sus ojos son verdes aguamarinas y sus rugidos más atronadores que los rugidos de la catarata.






-Golondrina, Golondrina, Golondrinita -dijo el Príncipe-, allá abajo, al otro lado de la ciudad, veo a un joven en una buhardilla. Está inclinado sobre una mesa cubierta de papeles y en un vaso a su lado hay un ramo de violetas marchitas. Su pelo es negro y rizoso y sus labios rojos como granos de granada. Tiene unos grandes ojos soñadores. Se esfuerza en terminar una obra para el director del teatro, pero siente demasiado frío para escribir más. No hay fuego ninguno en el aposento y el hambre le ha rendido.






-Me quedaré otra noche con vos -dijo la Golondrina, que tenía realmente buen corazón-. ¿Debo llevarle otro rubí?






-¡Ay! No tengo más rubíes -dijo el Príncipe-. Mis ojos es lo único que me queda. Son unos zafiros extraordinarios traídos de la India hace un millar de años. Arranca uno de ellos y llévaselo. Lo venderá a un joyero, se comprará alimento y combustible y concluirá su obra.






-Amado Príncipe -dijo la Golondrina-, no puedo hacer eso.






Y se puso a llorar.






-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -dijo el Príncipe-. Haz lo que te pido.






Entonces la Golondrina arrancó el ojo del Príncipe y voló hacia la buhardilla del estudiante. Era fácil penetrar en ella porque había un agujero en el techo. La Golondrina entró por él como una flecha y se encontró en la habitación.






El joven tenía la cabeza hundida en las manos. No oyó el aleteo del pájaro y cuando levantó la cabeza, vio el hermoso zafiro colocado sobre las violetas marchitas.






-Empiezo a ser estimado -exclamó-. Esto proviene de algún rico admirador. Ahora ya puedo terminar la obra.






Y parecía completamente feliz.






Al día siguiente la Golondrina voló hacia el puerto.






Descansó sobre el mástil de un gran navío y contempló a los marineros que sacaban enormes cajas de la cala tirando de unos cabos.






-¡Ah, iza! -gritaban a cada caja que llegaba al puente.






-¡Me voy a Egipto! -les gritó la Golondrina.






Pero nadie le hizo caso, y al salir la luna, volvió hacia el Príncipe Feliz.






-He venido para deciros adiós -le dijo.






-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -exclamó el Príncipe-. ¿No te quedarás conmigo una noche más?






-Es invierno -replicó la Golondrina- y pronto estará aquí la nieve glacial. En Egipto calienta el sol sobre las palmeras verdes. Los cocodrilos, acostados en el barro, miran perezosamente a los árboles, a orillas del río. Mis compañeras construyen nidos en el templo de Baalbeck. Las palomas rosadas y blancas las siguen con los ojos y se arrullan. Amado Príncipe, tengo que dejaros, pero no os olvidaré nunca y la primavera próxima os traeré de allá dos bellas piedras preciosas con que sustituir las que disteis. El rubí será más rojo que una rosa roja y el zafiro será tan azul como el océano.






-Allá abajo, en la plazoleta -contestó el Príncipe Feliz-, tiene su puesto una niña vendedora de cerillas. Se le han caído las cerillas al arroyo, estropeándose todas. Su padre le pegará si no lleva algún dinero a casa, y está llorando. No tiene ni medias ni zapatos y lleva la cabecita al descubierto. Arráncame el otro ojo, dáselo y su padre no le pegará.






-Pasaré otra noche con vos -dijo la Golondrina-, pero no puedo arrancaros el ojo porque entonces os quedaríais ciego del todo.






-¡Golondrina, Golondrina, Golondrinita! -dijo el Príncipe-. Haz lo que te mando.






Entonces la Golondrina volvió de nuevo hacia el Príncipe y emprendió el vuelo llevándoselo.






Se posó sobre el hombro de la vendedorcita de cerillas y deslizó la joya en la palma de su mano.






-¡Qué bonito pedazo de cristal! -exclamó la niña, y corrió a su casa muy alegre.






Entonces la Golondrina volvió de nuevo hacia el Príncipe.






- Ahora estáis ciego. Por eso me quedaré con vos para siempre.






-No, Golondrinita -dijo el pobre Príncipe-. Tienes que ir a Egipto.






-Me quedaré con vos para siempre -dijo la Golondrina.






Y se durmió entre los pies del Príncipe. Al día siguiente se colocó sobre el hombro del Príncipe y le refirió lo que habla visto en países extraños.






Le habló de los ibis rojos que se sitúan en largas filas a orillas del Nilo y pescan a picotazos peces de oro; de la esfinge, que es tan vieja como el mundo, vive en el desierto y lo sabe todo; de los mercaderes que caminan lentamente junto a sus camellos, pasando las cuentas de unos rosarios de ámbar en sus manos; del rey de las montañas de la Luna, que es negro como el ébano y que adora un gran bloque de cristal; de la gran serpiente verde que duerme en una palmera y a la cual están encargados de alimentar con pastelitos de miel veinte sacerdotes; y de los pigmeos que navegan por un gran lago sobre anchas hojas aplastadas y están siempre en guerra con las mariposas.






-Querida Golondrinita -dijo el Príncipe-, me cuentas cosas maravillosas, pero más maravilloso aún es lo que soportan los hombres y las mujeres. No hay misterio más grande que la miseria. Vuela por mi ciudad, Golondrinita, y dime lo que veas.






Entonces la Golondrinita voló por la gran ciudad y vio a los ricos que se festejaban en sus magníficos palacios, mientras los mendigos estaban sentados a sus puertas.






Voló por los barrios sombríos y vio las pálidas caras de los niños que se morían de hambre, mirando con apatía las calles negras.






Bajo los arcos de un puente estaban acostados dos niñitos abrazados uno a otro para calentarse.






-¡Qué hambre tenemos! -decían.






-¡No se puede estar tumbado aquí! -les gritó un guardia.






Y se alejaron bajo la lluvia.






Entonces la Golondrina reanudó su vuelo y fue a contar al Príncipe lo que había visto.






-Estoy cubierto de oro fino -dijo el Príncipe-; despréndelo hoja por hoja y dáselo a mis pobres. Los hombres creen siempre que el oro puede hacerlos felices.






Hoja por hoja arrancó la Golondrina el oro fino hasta que el Príncipe Feliz se quedó sin brillo ni belleza.






Hoja por hoja lo distribuyó entre los pobres, y las caritas de los niños se tornaron nuevamente sonrosadas y rieron y jugaron por la calle.






-¡Ya tenemos pan! -gritaban.






Entonces llegó la nieve y después de la nieve el hielo.






Las calles parecían empedradas de plata por lo que brillaban y relucían.






Largos carámbanos, semejantes a puñales de cristal, pendían de los tejados de las casas. Todo el mundo se cubría de pieles y los niños llevaban gorritos rojos y patinaban sobre el hielo.






La pobre Golondrina tenía frío, cada vez más frío, pero no quería abandonar al Príncipe: le amaba demasiado para hacerlo.






Picoteaba las migas a la puerta del panadero cuando éste no la veía, e intentaba calentarse batiendo las alas.






Pero, al fin, sintió que iba a morir. No tuvo fuerzas más que para volar una vez más sobre el hombro del Príncipe.






-¡Adiós, amado Príncipe! -murmuró-. Permitid que os bese la mano.






-Me da mucha alegría que partas por fin para Egipto, Golondrina -dijo el Príncipe-. Has permanecido aquí demasiado tiempo. Pero tienes que besarme en los labios porque te amo.






-No es a Egipto adonde voy a ir -dijo la Golondrina-. Voy a ir a la morada de la Muerte. La Muerte es hermana del Sueño, ¿verdad?






Y besando al Príncipe Feliz en los labios, cayó muerta a sus pies.






En el mismo instante sonó un extraño crujido en el interior de la estatua, como si se hubiera roto algo.






El hecho es que la coraza de plomo se habla partido en dos. Realmente hacia un frío terrible.






A la mañana siguiente, muy temprano, el alcalde se paseaba por la plazoleta con dos concejales de la ciudad.






Al pasar junto al pedestal, levantó sus ojos hacia la estatua.






-¡Dios mío! -exclamó-. ¡Qué andrajoso parece el Príncipe Feliz!






-¡Sí, está verdaderamente andrajoso! -dijeron los concejales de la ciudad, que eran siempre de la opinión del alcalde.






Y levantaron ellos mismos la cabeza para mirar la estatua.






-El rubí de su espada se ha caído y ya no tiene ojos, ni es dorado -dijo el alcalde- En resumidas cuentas, que está lo mismo que un pordiosero.






-¡Lo mismo que un pordiosero! -repitieron a coro los concejales.






-Y tiene a sus pies un pájaro muerto -prosiguió el alcalde-. Realmente habrá que promulgar un bando prohibiendo a los pájaros que mueran aquí.






Y el secretario del Ayuntamiento tomó nota para aquella idea.






Entonces fue derribada la estatua del Príncipe Feliz.






-¡Al no ser ya bello, de nada sirve! -dijo el profesor de estética de la Universidad.






Entonces fundieron la estatua en un horno y el alcalde reunió al Concejo en sesión para decidir lo que debía hacerse con el metal.






-Podríamos -propuso- hacer otra estatua. La mía, por ejemplo.






-O la mía -dijo cada uno de los concejales.






Y acabaron disputando.



-¡Qué cosa más rara! -dijo el oficial primero de la fundición-. Este corazón de plomo no quiere fundirse en el horno; habrá que tirarlo como desecho.

 
Los fundidores lo arrojaron al montón de basura en que yacía la golondrina muerta.

 
-Tráeme las dos cosas más preciosas de la ciudad -dijo Dios a uno de sus ángeles.

 
Y el ángel se llevó el corazón de plomo y el pájaro muerto.

 
-Has elegido bien -dijo Dios-. En mi jardín del Paraíso este pajarillo cantará eternamente, y en mi ciudad de oro el Príncipe Feliz repetirá mis alabanzas.





domingo, 6 de noviembre de 2011

6 de Noviembre- Dia de los parques nacionales





El  6 de noviembre se celebra  el Día de los Parques Nacionales en conmemoración a lo ocurrido el mismo día del año 1903 cuando el perito Francisco Pascasio Moreno, donaba tres leguas cuadradas de tierra en Puerto Blest, con miras de crear un “Parque Público Natural” en tierras que había obtenido por parte del Estado Nacional en reconocimiento a sus trabajos en Chile.



Esta donación permitió la creación del Parque Nacional del Sur en el año 1922, conocido en la actualidad como Parque Nahuel Huapi. Gracias a la acción del perito Moreno, Argentina se convirtió en el tercer país de América en ser poseedor de un parque nacional y por dicho motivo, se escogió la fecha para recordar tal acción.



Los Parques Nacionales (PN) de la Argentina son claves para la conservación de la biodiversidad biológica, ya que garantizan la perpetuidad de nuestras ecorregiones. Estos sitios son considerados Áreas Importantes para la Conservación de las Aves y deben convertirse en emblemas de la política ambiental de nuestro país, por ser fundamentales para mejorar la calidad de vida de las poblaciones y ecosistemas, y concientizar sobre el uso medido de los recursos naturales.


Parque Nacional Misiones
                                                 Parque Nacional Los Cardones

 

El 2011 ha sido un año histórico en referencia a los Parques Nacionales, ya que ha ocurrido un suceso más que importante: en el mes de agosto comenzó a gestarse un PN en la estancia La Fidelidad. A principios de agosto la provincia de Chaco envió un proyecto de ley provincial que declara de utilidad pública unas 148.000 hectáreas que corresponden a la dicha estancia, con el objetivo de, una vez expropiadas, donar las tierras a la Nación para crear un PN.



Este hecho no es para nada menor ya que con ingenio, la Nación, las provincias y un nutrido grupo de ONGs, articulan acciones para concretar la protección de un Área Importante para la Conservación de las Aves en el Chaco Argentino. Por tal motivo, este año alberga un momento único en lo que refiere a Parques Nacionales y acciones concretas por la creación y conservación de los ambientes naturales.



“El sistema de parques y reservas nacionales argentinos, se ocupan aproximadamente 3.500.000 hectáreas, y equivalen al 1,25 % del territorio nacional (una superficie mayor a la de la provincia de Misiones). Se incluye buena parte de la gran variedad de ambientes naturales del país. Sin embargo algunas de las ecorregiones no están representadas o lo están insuficientemente, por lo que es necesario completar un sistema que asegure la conservación de nuestro patrimonio natural.” (Fuente: APN)



             
                       
            Chubut  
Parque Nacional Los Glaciares








                                                  Parque Nacional Río Pilcomayo

jueves, 3 de noviembre de 2011

Una rockola virtual que ofrece el amanecer de las grabaciones sonoras





Washington, DC.
 La Biblioteca del Congreso lanzó el 10 de mayo pasado el “National Jukebox”, un sitio web interactivo que permite a los usuarios escuchar miles de grabaciones sonoras históricas, muchas de las cuales no han estado disponibles para el público por más de un siglo. Este "tocadiscos automático" virtual da acceso a más de 10.000 grabaciones fuera de catálogo de ópera, música popular, comedia y discursos religiosos y políticos producidos por la empresa Victor Talking Machine en las primeras décadas del siglo XX.



La rockola es el resultado de la colaboración entre la Library of Congress y Sony Music Entertainment, la empresa que posee los derechos de las grabaciones y otorgó licencia de uso a la biblioteca, y constituye la mayor colección de grabaciones sonoras que se haya puesto gratuitamente a disposición del público hasta el día de hoy.



“Esta colección asombrosa es una oportunidad de escuchar a la historia”, dijo el director de la biblioteca, James H. Billington, y agregó: “La selección incluye música popular, música de danza, ópera, jazz de la primera época, discursos famosos, poesía y humor. Es lo que nuestros abuelos y bisabuelos escuchaban, bailaban y cantaban”.



Según Richard Story, presidente del Commercial Music Group de Sony: “Estamos encantados de habernos unido a la Biblioteca del Congreso para lanzar el National Jukebox. Como custodios de gran parte de la producción de la industria fonográfica de los Estados Unidos anterior a 1934, Sony Music está muy entusiasmada de preservar y compartir en línea estos importantes tesoros culturales de sus archivos con estudiantes, historiadores y amantes de la música”.

[Fuente: Graciela Spedalieri]
Tomado de Boletín Informativo Electrónico de SAI (Sociedad Argentina de Información)  NUMERO 84 (noviembre de 2011) ISSN 1667-6351-

 


domingo, 23 de octubre de 2011

El arco iris



 


 

Hace mucho, mucho tiempo, nuestro mundo y el mundo de las hadas estaban separados por un cristal mágico. Y tal era el poder de este cristal, que sólo las hadas veían lo que pasaba al otro lado.

Pero por aquel entonces, nuestro mundo no era como lo conocemos ahora. Todo él era de un color gris opaco: las casas eran grises, la gente era gris, incluso el cielo era siempre gris... Mientras, en el país de las hadas el color brotaba por todos lados. Rojo, verde, azul, amarillo... todo era color y alegría.

Sin embargo, existía un ser, un hada joven y hermosa, que se sentía muy apenada por el mundo triste y gris en el que vivían los humanos.

Iris, que así se llamaba, lloraba amargamente por ello y soñaba con poder cruzar el cristal y poder llevar un poco de alegría al otro lado.

Siete de sus mejores amigas idearon un día un plan: con polvo mágico de sus alas construirían un puente de un mundo al otro y, así, Iris podría cumplir su sueño. Construirían un arco para Iris con los siete colores de cada una de sus alas.

Y dicho y hecho: gracias a este arco de colores, nuestra amiga traspasó el cristal mágico hasta nuestro mundo. Y tal fue su emoción, que gruesas lágrimas brotaron de sus ojos; lágrimas que, al filtrarse a través del ArcoIris, se mezclaron con el polvo mágico de las hadas y, para sorpresa de todos, llenaron de color aquel mundo gris.

Desde aquel día, cada cierto tiempo, Iris y su siete amigas recargan de color nuestro mundo.
 
 



Texto recogido de internet, no tenia nombre de autor, foto de google images.  Lo demás , la busqueda, seleccion,  copia y  dedicacion de Laura.

lunes, 10 de octubre de 2011

12 de Octubre. El día mas largo, que aún no encuentra su noche

12 de octubre









El día más largo, el día que aún no termina, el día que aún no encuentra su noche, el día de la sangre inagotable y el lamento interminable, el día en que la cruz tuvo el filo de una espada; 12 de octubre el día más largo, que aún no termina… pero somos fuertes, más de 500 años tiene este día, y todavía hay voces que gritan pero no ruegan, ¡¡ carniceros, asesinos, ladrones, siguen llegando, con sus trajes impecables, pero en sus ojos, en sus manos, en sus bocas la sangre… sangre arrebatada en este día que aún no termina, pero somos fuertes, porque todavía hay voces que gritan pero no ruegan, después de tantas humillaciones, después de tanto dolor, el cuero que cubre nuestras carnes parece adormecido, ¡¿que más podría causarme temor ?

Sólo hay una cosa que es como el ardor que causa el filo de la espada en el corazón y es cuando miramos para otro lado o nos arrimamos al cruel invasor que en otrora en nombre de la cruz nos mato y hoy con su lengua venenosa y una estrategia aún peor nos sigue matando gritando liberación. Es igual de asesino el traidor, el que nos entrega sin piedad, el que aniquila la historia verdadera, y convierte en criminales a los dueños de la tierra, y en señores a los que cuchillo en mano nos degüellan.

12 de octubre el día más largo, el día que aún no termina, el día que aún no encuentra su noche… que nuestra sangre no se agote, que nuestro coraje no termine, nuestro mbarete es como la palabra guarani, inagotable, dulce ante el dolor, resistente ante el tiempo.

Que nadie se cargue del sufrimiento hipócrita, pero que sí sienta en su corazón y mire de frente el sufrimiento de los miles de niños, ancianos, mujeres y hombres de este 12 de octubre el día más largo… el día que aún no termina, el día que aún no encuentra su noche…

                                                                                      El kunumi





SAPUKÁI PAHA

Ymaitereíma

(EL KUNUMI)








Oñehendúma kuimba’e sapukái

ojerure hína isãsóre

ava ha kamba kuéra

ojeroky tata jere

peteĩ karai Españagui

ohecha chupe rehe

opuka puka hesa mimbi reheve

oikuaa pyharévape opavave omanova’erã

pejerokýke, pejerokýke

peheka pytũme peteĩ ánga marangatu

anína penekane’õ

ava py’a osapukái

kuarahy iñapysêma

timbo, tuguy ha ysapy mante

noñehendúi sapukái… avave jeroky

omanombáma


Publicado por El Kunumi http://elkunumi-guarani.blogspot.com/2010/10/12-de-octubre-el-dia-mas-largo-que-aun.html

viernes, 7 de octubre de 2011

La lengua que hablamos

Por Mempo Giardinelli



A propósito del Museo de la Lengua recientemente inaugurado en la Biblioteca Nacional, en varias notas de diarios, revistas y radios se lo identifica como “de la lengua española”. Y es curioso, porque tal categoría es un error conceptual, además de que no es la denominación oficial que le ha dado la BN al flamante museo.



Pero este yerro ya está instalado en el imaginario nacional contemporáneo. Lo que obliga a hacer algunas precisiones, porque nosotros hablamos Castellano, no Español.



Es claro que, como se dice comúnmente, hablamos la lengua de Cervantes. Pero es también la lengua de Sor Juana y de Sarmiento, la de Borges y Cortázar, y la de Neruda, García Márquez, Rulfo y tantos y tantas más que han creado una magnífica literatura que hoy nos expresa a más de 500 millones de personas, y es, después del chino mandarín, la lengua más hablada y leída del planeta por el número de personas que la tienen como lengua materna.



El Castellano es la lengua romance que ha logrado mayor difusión en el mundo contemporáneo. Es uno de los seis idiomas oficiales de las Naciones Unidas; el segundo más estudiado en el mundo después del Inglés y el tercero más usado en Internet.



Pero es Castellano. No Español, como se popularizó en el mundo última y equivocadamente, y por diversas razones políticas y económicas. Entre ellas, el avance de Telefónica en América y la creación del Instituto Cervantes como avanzada política cultural de España en el mundo. Lo cual estuvo muy bien para ellos, pero limitó el término “castellano” a designar el dialecto románico nacido en el Reino de Castilla durante la Edad Media, y que se habla en esa región. Contribuyó a ello la fácil traducción del gentilicio: Spanish, espagnol, Spanisch, spagnolo, espanhol, etc.



“El término español resulta más recomendable por carecer de ambigüedad”, declara ambiguamente el Diccionario Panhispánico de Dudas, en su edición de 2005. Pero entre nosotros hace ya 200 años que ese enorme lingüista que fue Andrés Bello advirtió el eje de la cuestión, al titular su obra principal, Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos. Un título perfecto.



Bello explicaba: “Se llama lengua castellana (y con menos propiedad española) la que se habla en Castilla y que con las armas y las leyes pasó a América, y es hoy el idioma común de los Estados hispanoamericanos”.



“Hoy no hay foco de conflicto con la RAE porque tiene un nivel de comprensión de las singularidades dialectales en América latina”, razona Horacio González. Lo que es cierto, pero no clausura la cuestión. De hecho, y no dudo de que HG lo comparte, el asunto está vigente entre nosotros, e incluso no termina de resolverse en España. La vigente Constitución Española de 1978, posterior a la caída del franquismo, define: “El castellano es la lengua española oficial del Estado (...) Las demás lenguas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas”.



No es dato menor que fue a partir de los ’90 que se inició la reconquista de la América latina por algunas grandes casas editoriales de España, que se transnacionalizaron comprando empresas locales, de México a Buenos Aires.



Nuestra lengua viene de la península, desde ya, pero se ha enriquecido y complejizado con muchísimos aportes propios, y hoy se compone de elementos lingüísticos extraeuropeos que merecen estudio y reconocimiento y la hacen otra, una y múltiple. El Castellano Americano que nos identifica y hermana políticamente recoge tradiciones propias y enlaza parentescos nacidos de esta tierra prodigiosa a la que vinieron millones de extranjeros para asimilarse y enriquecer su carácter, creando una cultura latinoamericana que necesariamente es un fruto plural y que tiene expresiones peculiares y su propia y riquísima tradición literaria. Y así es leída en todo el continente, porque ha sido y es escrita en el Castellano de América.



Hace poco, en la Universidad Federal de Niterói, en Brasil, me tocó inaugurar el 14º Congreso de Hispanistas de ese país, donde nuestro idioma está adquiriendo un notable desarrollo gracias a políticas públicas que advierten la importancia de la lengua que los rodea en todo el continente y que expresa a casi 40 millones de latinoamericanos de todos los países (excepto Chile) con los que Brasil tiene fronteras. Y allí observé el mismo fenómeno: la cuasi imposición de la denominación Español para una lengua –la nuestra– que en realidad es el Castellano Americano que se habla, escribe y lee en Nuestra América.



El asunto no es nuevo. En tiempos de Perón, por cierto, se estudiaba “Lenguaje Nacional”. Y cuando yo era chico estudiábamos “Castellano” de primero, segundo y tercer año; y luego, en cuarto y quinto, Literatura Universal e Hispanoamericana. Hoy se impuso una deslavada e imprecisa “Lengua” mientras se populariza la creencia de que hablamos “Español”.



La importancia del idioma en la formación de una identidad, así como la propiedad, el uso coloquial y la enseñanza de la Literatura no son asuntos menores ni superfluos. Ya Don Juan Filloy lo subrayaba en los albores de la democracia, cuando resaltaba la pobreza coloquial de los argentinos, que usaban poco más de mil vocablos de una lengua que tenía entonces 73.000.



Un cuarto de siglo después las cosas no han mejorado. Hoy, con los aportes de todas las academias correspondientes de la América hispana, nuestro idioma supera los 90.000 vocablos, pero sigue siendo urgente detener la pobreza lexical, la pauperización expresiva y la extranjerización agresiva y aculturizante de nuestro pueblo. Y si ni siquiera sabemos el nombre correcto de la lengua que hablamos, la cosa es más grave aún.



fecha de consulta 07/10/2011


Mempo Giardinelli nació en Resistencia, Chaco en 1947. Es escritor y periodista. Es autor de novelas, libros de cuentos y ensayos, y escribe regularmente en diarios y revistas de la Argentina y otros países. Ha publicado artículos, ensayos y cuentos en medios de comunicación de casi todo el mundo.

Su obra ha sido traducida a veinte idiomas y ha recibido numerosos galardones literarios en todo el mundo

Se exilió en México durante la última dictadura militar en Argentina (1976-1983) regresando al país durante el gobierno democrático. En 1986 fundó la revista literaria Puro Cuento, que dirigió hasta 1992.

En 1996 donó su biblioteca personal de 10.000 volúmenes para la creación de la fundación que lleva su nombre en su ciudad natal, Resistencia. Esta fundación está dedicada al fomento del libro y la lectura y a la docencia e investigación en pedagogía de la lectura, y ha creado y sostiene diversos programas culturales, educativos y solidarios.

(fuente: Wikipedia)





miércoles, 28 de septiembre de 2011

Museo del Libro y de la Lengua

Una visita al flamante museo, que será inaugurado en Buenos Aires el viernes próximo.




El flamante Museo del Libro y de la Lengua, ubicado en el mismo predio donde está la Biblioteca Nacional, del cual depende, será presentado el próximo viernes, a las 18, a especialistas, funcionarios y periodistas a la espera de la inauguración oficial, prevista para noviembre.


El instituto -planta baja, dos pisos, zona de instalaciones, auditorio y otros espacios aun no habilitados- es una construcción diseñada y ejecutada por el estudio del arquitecto Clorindo Testa.

La próxima inauguración también coincidirá con la articulación peatonal definitiva de los distintos puntos del predio, ubicado en una manzana emblemática de la vida social argentina.


Por los caminos internos, el nuevo museo quedará conectado con la Biblioteca Nacional, con el Museo Nacional del Grabado, con el Instituto Cultural Juan Domingo Perón, con la embajada del Paraguay y con las plazas Del Lector y Boris Spivacow.
La idea-fuerza es provocar una reflexión sobre el idioma de los argentinos, sus continuidades y metamorfosis, su irrigación, influencia y efectos sobre los usos y las costumbres.

El Museo del Libro, con sectores dedicados a la escritura y la imprenta, incluirá zonas de exhibición de los   ejemplares más antiguos del patrimonio argentino y latinoamericano, interpretando una concepción moderna del funcionamiento y objetivos de un museo de estas características; se plantea como un espacio de
provocación del interés del visitante por la lectura y conocimiento de los tesoros que se alojan en la Biblioteca, a través de los diferentes relatos curatoriales que convocaran a la reflexión y el deseo de la lectura.





Los murales de Spilimbergo, Urruchúa, Castagnino y Colmeiro, que anteriormente fueran trasladados desde las Galerías Pacífico al antiguo edificio que ha sido demolido para llevar a cabo la obra del nuevo, continuaran allí compartiendo los nuevos espacios que albergan el acervo del Museo del Libro y la Galería de la Lengua.



El ejercicio crítico sobre el estatuto de la lengua, para los responsables del museo, atraviesa la historia, en sintonía con las preocupaciones de Alberdi, Sarmiento, Echeverría, Hernández y Lugones, hasta Borges, Masotta, Martínez Estrada y Viñas, sin olvidar las novedades (lingüísticas) del universo digital.


En la planta baja ("El territorio del idioma"), el objetivo será "señalar los procesos históricos más profundos que modificaron las lenguas utilizadas mediante paneles expositivos, archivos sonoros y mapas", así como "exponer el carácter plural y constitutivamente heterogéneo de la cultura nacional, y exponer de manera crítica las políticas restrictivas de la pluralidad popular".


En el primer piso ("Los libros"), se trata de "mostrar un conjunto de libros organizados alrededor de distintos temas: tecnologías de impresión, traducciones, pedagogía política, ciencias y descubrimientos, cronistas y viajeros, risas y parodias, libros infantiles, el Martín Fierro y su crítica, editores europeos en la Argentina, nuevos públicos".


En este caso, la exposición estará ordenada según ejes temáticos, y contemplará tres niveles de investigación: la creación, la producción y la recepción.

En el segundo piso ("Sala de exposiciones temporarias: el mundo de las palabras") se implementará "un dispositivo tecnológico -realizado con proyectores, computadoras y sensores- que permita la proyección lumínica de palabras y textos, móviles en relación a la circulación del visitante", y cuyo contenido textual variará con cada exposición temporaria.


Los murales expuestos son "Otoño", de Juan Carlos Castagnino​; "Primavera", de Lino Enea Spilimbergo; "Verano", de Manuel Colmeiro Guimaraes; e "Invierno", de Demetrio Urruchúa, ubicados, cada uno, en los cuatro puntos cardinales.

El museo cuenta con un auditorio equipado como sala de conferencias y de proyecciones audiovisuales. La programación estará ligada a la profundización de los temas tratados en las distintas salas del museo y estará ligada a dos políticas centrales del mismo.


Por un lado, incentivar el lazo con las instituciones escolares y el desarrollo de estrategias pedagógicas respecto de la cultura argentina. Y por el otro, la de constituirse como un centro de investigación sobre la lengua, ligado a la red de universidades del país entero.


También habrá una "constelación editorial", un mapa interactivo que ofrecerá al visitante un panorama detallado de la industria editorial argentina desde sus comienzos hasta la actualidad, y estará armada con un diseño que simula un mapa donde figuraran editoriales e imprentas, desde la (imprenta) misionera hasta los emprendimientos independientes surgidos a partir del 2001.


El visitante podrá elegir una editorial y presionando sobre el nombre de la misma, acceder a más información: año de fundación, responsables, escritores asociados a ese emprendimiento, principales libros editados, impacto sociocultural, etcétera.


El espacio de las instalaciones mediante un dispositivo de proyección y reproducción de fragmentos de radio o televisión, permitirá al interesado ver u oír fragmentos de programas de distintas épocas donde se podrán percibir las variaciones ocurridas a través del tiempo alrededor de distintos tópicos: uso del tú, vos y usted; frases que entraron en el habla cotidiana; humor, juegos de palabras, entonación y coloquialismos.


Finalmente, el curioso podrá "navegar" a través del territorio argentino eligiendo ente diversos contenidos: registros del habla natural de algunas provincias, música representativa de cada región y habla de los pobladores originarios.




Fuente:
Biblioteca Nacional. Cultura Nación. Agencia DyN


http://www.lavoz.com.ar/ciudad-equis/como-sera-museo-libro-lengua

Dirección:
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