sábado, 20 de septiembre de 2014

Habia una vez... relatos de Nilda



1939. La tía Emilia

A la tía Emilia le gustaban los niños y los juegos.  En esa época los grandes no jugaban, mucho menos las mujeres. Eran épocas de vestidos largos de percal floreado, pasando la rodilla (una cuarta abajo de la rodilla; un geme, diría mi abuela) de mangas largas y la cabeza adornada con pañuelos.
Era alta, delgada, de ojos color claro como los de Mónica, el cabello castaño claro, fino y lacio que se recogía en un rodete con horquillas formando ondas y hebillitas. Blanquita, bordaba hermosamente manteles, sabanas, fundas, pañuelos con sus iniciales. 
Leía revistas de artistas, que llegaban de casualidad o por encargo y cantaba canciones infantiles en las rondas que hacíamos 

Eran épocas de guardar la compostura y mantenerse serias y distantes. Las tías no sonreían. Las mujeres no podían andar con el pelo revuelto y los vestidos desordenados. Sin embargo ella era divertida, alegre y feliz. No importaban  los regaños de su hermano mayor .  A ella le gustaba jugar.

En las noches que había luna  jugábamos a las escondidas y a atrapar bichitos de luz, (luciernagas) en las noches oscurísimas de 7 de Abril.  Noches donde los tucu tucu eran prendedores de las estrellas . 
Jugábamos al Mantantirulirula, al Arroz con leche, a La Farolera, a la Escondida, al Boton, al cucurucho, etc.

De día íbamos los niños y  la tía a recoger distintos  productos según las estaciones: En el verano, tuna para el arrope, algarroba y mistol para hacer la aloja, la añapa y el bolanchao. En el invierno se juntaba el ají que luego se llevaba a la ciudad a ser vendido.
El ají se juntaba del monte en lonas de arpillera  y luego se ponía al sol para que termine de madurar y se sequen las hoias arriba de un catre. Cuando estaba limpio se  ponía en bolsas de cartón y se llevaba a la ciudad a venderlo a pensiones y casas de comida. 
Con lo que la tía Emilia cobraba de las cosechas, compraba para nosotros en Tucumán   juguetes, bolitas blancas como de arcilla (no eran como las de ahora que son de vidrio), pelotas de goma roja con lineas blancas, lápices de colores y todo lo que le pedíamos. 

También con ella  íbamos a caminar al monte, a juntar flores y  plantitas,  a pasear aprovechando que  los grandes dormían las siestas ardientes.
O caminábamos  por las vías del ferrocarril Belgrano  las noches  que parecían de día con esa luna tan grande, tan clarita y tan cercana y de repente la tía decía que venia el duende o el alma mula o la mujer sin cabeza y los chicos salíamos corriendo y gritando alborotados.
Era divertida, alegre, de risas y carcajadas, bromista y ocurrente. 

Una vez se había escapado de la cárcel de Tucuman un preso que decían que era peligroso y loco. El sargento del pueblo, Don Brito, recorrió  casa por casa alertando a los vecinos del peligro y que tuvieran precaución hasta que lo pudieran recapturar y recomendó cerrar bien las puertas que por lo general no se cerraban. 
Como no había luz eléctrica en esa época, las personas se  acostaron  temprano, asustadas. 
De repente en la oscuridad de la noche  se siente un golpe fuerte en la puerta y no contestaba nadie a la pregunta de ¿QUIEN ES? Todos, chicos y grandes,  asustados y pensando que era el Loco 
Como la situación se prolongaba y los golpes no cesaban y nadie contestaba,  el papá Ramón  decidió salir  y agarrando  la tranca de algarrobo que cruzaba la puerta para asegurarla,  salio  armado con el palo y ordenó  a los niños asustados  esconderse bajo la cama
Al abrir la puerta para correr al loco,  la tía exclamó: ¡¡PARAA, PARA!! Soy yo, Emilia, y salió corriendo para su casa antes que su hermano la alcanzara porque sabía que no se iba a salvar de la tunda que le iba a dar, mientras se escuchaban las carcajadas en la oscuridad. 

En otra ocasión , mi tía me llamo desde su casa que estaba enfrente de la mía, que fuera a buscar un paquete que le habían dejado para mi mamá.

Era una caja de cartón muy linda adornada con una cinta y bien presentada.  La lleve y mi mamá la puso sobre la mesa y la empezó a desatar cuando el sapo saltó, asustado. 
Mi mamá casi se muere del susto!!!!!! 
También en esa ocasión  se escuchaban del otro lado de la calle las carcajadas de mi tía

Hermosos recuerdos de la infancia y de mi tía. 


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